domingo, 23 de noviembre de 2008

Un verdadero libro

“A real book is not one we read, but one that reads us.”

-W.H. Auden, poeta (1907 – 1973)

Somos seres de historias. Nos encanta ser espectadores de relatos ajenos a los nuestros; y no me refiero a encantar en términos de gustar, sino a un encantamiento en un sentido mágico, de esos que arrebatan.

Nos apropiamos de las historias a las que nos acercamos, convirtiéndolas en extensiones de una realidad propia. Vivimos lo que sabemos imposible a través de estas apropiaciones momentáneas y por medio de personajes con nombre pero sin rostro.

Por ello un verdadero libro nos lee a nosotros, sabe de esa necesidad por vivir diferentes circunstancias a través de la imaginación. Tomamos los discursos que nos aporta un libro y los descontextualizamos para adaptarlos en formas que incrementan nuestro sentido.

Subrayamos diálogos enteros esperando surja en nuestra vida la situación perfecta para reproducirlos. Memorizamos conversaciones de personajes que son universales porque al estar en un libro que te lee a ti son versátiles, tienen características que se vuelven específicas porque cada lector le acuñe una propia y por lo mismo distinta.

Un verdadero libro entiende las necesidades más humanas y las relata, por eso nos termina leyendo a nosotros.

martes, 9 de septiembre de 2008

Arte que reta


Trabaja sigilosamente y por lo general durante las madrugadas, normalmente el grafiti es considerado como un crimen, vandalismo puro, símbolo de decadencia en una sociedad, y un acto que ataca contra el orden y la estética de una ciudad.

Así lo ven también voceros de la organización Keep Britan Tidy (subsidiada en parte por el gobierno del Reino Unido, esta campaña británica que existe desde los años cincuenta se enfoca en temas de basura y contaminación urbana), quienes temen que el arte urbano callejero de Banksy glorifique aquello que en esencia es vandalismo.

Banksy, por su seudónimo, ha marcado desde hace diez años las paredes de ciudades alrededor del mundo (entre ellas Londres, Nueva York, Barcelona y la Ciudad de México) con imágenes satíricas enfocadas a la política, la cultura popular y la ética.

Apoyándose de esténciles pinta en los lugares donde menos debería hacerlo, desde ratas apoderándose de ciudades, niñas abrazando cariñosamente misiles o policías orinando en las calles.

Se trata de un artista crítico, de ingenio y talento que debe parte de su éxito al misterio que guarda su imagen; nadie lo ha visto. Aquellos que lo han entrevistado ni siquiera están seguros de que fue con el con quien dialogaron. Sin embargo, desde el 2003 ha ido construyendo fama alrededor del mundo, fanáticos caminan sin rumbo las calles de Londres con la excusa de correr con suerte y encontrarlo grafiteando.

Su trabajo se conoce principalmente por su circulación en Internet, sus obras son transitorias, en cuestión de horas son eliminadas por personas poco tolerantes del grafiti; eso, y debido a que por controvertidas ponen más de un par de pelos de punta.

Su argumento, que su trabajo es la forma más honesta de hacer arte que existe, no es elitista ni requiere de adulaciones. Los que realmente desfiguran las ciudades son las compañías que imponen sus enormes anuncios publicitarios, haciéndonos sentir inadecuados si no compramos lo que ofrecen.

Para el artista Inglés aquellos que gobiernan las ciudades no entienden el grafiti porque piensan que lo que no implica una ganancia, no debe existir.

En la imagen un hombre desnudo cuelga de una ventana mientras un esposo celoso se asoma a la calle y la esposa culpable espera. Hecha por Banksy en la pared de un edificio de gobierno en Bristol, Inglaterra. Apoyando peticiones populares (el 97% votó por que lo dejaran), el gobierno de la ciudad decidió que permaneciera ahí.

lunes, 1 de septiembre de 2008

Objeto

Lapislázuli, pero no en columnas de palacios majestuosos en San Petesburgo o en esplendorosas catedrales de Europa del Este. Tampoco en un amuleto como lo habría sido en el antiguo Egipto, ni será demolida y convertida en polvo para ser utilizado como pigmento azul en la Europa Medieval. Mucho menos una joya más, aunque un material tan sublime, hoy, seguro adornaría largos y elegantes cuellos.

En esta ocasión, de la piedra semipreciosa emerge un rostro vaporoso y casi incidental. Es la cabeza de un niño, casi de un pájaro hecho de roca donde toda decoloración, grieta o abolladura accidental, asemejan cascadas espumosas o cielos del color de un óleo de Fra Angelico.

La piedra explotada ya por más de 6 mil años se deja vencer, es cincelada y modelada y entre sus remolinos surge una idea que como en el poema de Keats, Lapis lázuli1, nos ayuda a encontrar tranquilidad en medio del caos.