domingo, 22 de febrero de 2009

¿Por qué filosofía?

¿Por qué filosofía?
Xavier Rubert De Ventós

3. Entre el lenguaje y las frases hechas
4. Hacia la moral y la filosofía

Hablar una lengua es una manera de ver el mundo, a través de nuestra capacidad de expresarlo en un idioma. Es una manera de ver el mundo a través de teorías porque hablar una lengua es una forma de incorporar una teoría, aunque no necesariamente nos demos cuenta. Asi, De Ventós plantea la idea de detenernos ante las frases hechas, de ponerles atención para hacer consciencia de la carga cultural que viene con las frases que empleamos.
Cada frase refleja una forma de ver el mundo. Traducir una lengua a otra es muy complicado, no es otra cosa que hacer una aproximación de sentidos. Podemos traducir significados pero en ella perdemos ritmos, sonidos, juegos de palabras, etc. La poesía es el evento más dramático de la incapacidad de traducir y de que el lenguaje encasilla, es una visión del mundo. La lengua es la forma en que nos enfrentamos al mundo, es nuestra herramienta para clasificarlo, representarlo. El lenguaje nos encasilla porque es contextual.

En La tarea del traductor, Walter Benjamín explicó que las lenguas no son extrañas entre si; mantienen semejanzas, parentescos que tienen que ver con que cada lengua es original porque ha nombrado las cosas a su manera. Este parentesco solo se pone de manifiesto porque al traducir no se traducen las palabras que pueden parecer huecas, sino que se traduce el significado. Ninguna lengua tiene la verdad total, ninguna es superior a otra o tiene la verdad original. Todas tienen un fragmento de verdad.

De la misma manera, tampoco podemos tener un lenguaje universal. El lenguaje está relacionado con el estado de las cosas, los estados de las cosas varían dependiendo de los contextos. Las personas interpretan además de distintas formas, por lo que aunque compartieran contextos, seguirían sin generar un lenguaje universal.



Es un hecho que inevitablemente las personas son entes limitadas. Las palabras que empleamos reflejan nuestra realidad pero su significado cambia a través del tiempo. Cargan contexto y las vamos adaptando según este. Su estructura influye mucho en la forma en que nos relacionamos con el mundo. Por lo mismo clavarnos en el origen de las palabras no es lo más acertado, hay que entender los cambios que han sufrido. Las palabras son como un arma de doble filo, el uso que les otorgamos puede limitarnos pero también proyectarnos. Es un medio para conocer y comunicarnos pero también nos limita. No nos enseña todo ni nos permite comunicarlo todo. Hay cosas, como los sentimientos, que nos son casi imposibles de expresar con exactitud. Este puede ser un factor que influya en que el lenguaje está vivo, se inventan palabras y se desarrollan los significados de otras.

Las frases hechas sirven en el estado de las cosas en el que surgieron, bajo ese contexto. Este cambia y pretender entender todo a partir de estas frases es caer en un error porque implicaría aceptarlo como tal, quedarnos con esa teoría. Surgen situaciones nuevas y hay que transformarse para enfrentarlas con teorías nuevas. Se hace filosofía cuando no funcionan las teorías, cuando necesitamos buscar nuevas explicaciones. Las paradojas nos hacen replantearnos las teorías.

Para De Ventós, filosofar es buscar la otra cara de las cosa que generalmente está en la evidencia misma, que está en los esquemas que a la vez nos encierran (el lenguaje, la psicología). Hacer filosofía no es aceptar los cambios de perspectiva, es buscarlos, aunque esto ponga en crisis nuestras convicciones o nuestras creencias más arraigadas. Ser moral y responsable no es exaltar las decisiones que tomamos, sino aceptar, entender y respetar las decisiones que no tomamos. Lo importante es aceptar que no sabemos todo, el que pretende hacerlo termina por cerrarse al mismo entendimiento.

sábado, 21 de febrero de 2009

¿Por qué flosofía? I y 2

Xavier Rubert De Ventós, ¿Por qué filosofía?
Capítulos:
1. De la importancia de no verlo claro
2. Desde la percepción y las imágenes.

El libro se aproxima a la idea de cómo todos filosofamos al dudar, al no estar satisfechos con las explicaciones del funcionar de las cosas que nos han dado. De esta manera filosofar es estar inconforme.
Es importante no entender por completo las cosas. No verlo claro, porque esa falta de claridad implica que le vamos a dar vueltas a las cosas, buscarle una explicación o justificación.
Por el otro lado, aquello que no nos importa, no cuestionamos. Como nos importa poco asumimos que ya los sabemos. Cuando no estamos interesados evitamos tenernos que dar cuenta de todo lo que ignoramos al respecto. El que pretende entender todas las cosas es el que no está informado.
De Ventós liga nuestra necesidad por saberlo todo y explicarlo todo a la neurosis y a que aún somos seres primitivos. Esta necesidad de interpretar y conocer todo no refleja nuestra búsqueda por conocimiento sino nuestra necesidad de apaciguamiento. Entenderlo todo nos permite controlar y de esta forma poder estar tranquilos. Sin embargo, es aceptar que no sabemos todo lo que nos hace libres.
Para filosofar hay que aceptar que no vemos las cosas claras, no pretender saber todo, atreverse a no saberlo todo. La filosofía duda. Filosofar es desconfiar de las explicaciones que nos dan tranquilidad, es ir más allá.
Actualmente todos tenemos un poco más de filósofos. Mientras antes nos preguntábamos por cómo hacer una cosa, hoy preguntamos qué son esas cosas.
Las ideas preconcebidas con las que hemos crecido, más allá de revelarnos la verdad, colocan sobre nuestros ojos un velo de ignorancia. Estas ideas en realidad nos limitan, y aunque tengamos que ver la vida con presuposiciones, el error está en conformarse con ellas. Por lo mismo, a veces lo que creemos o queremos ver no nos deja identificar o valorar las cosas que tenemos frente a nosotros. Tener una idea preconcebida nos predispone, por lo que a veces para entender algo tenemos que olvidar lo que queremos saber.